Turno 4

Dancing in the rain

I'm singing in the rain
Just singin' in the rain
What a glorious feeling
I'm happy again
I'm laughing at clouds
So dark up above
The sun's in my heart
And I'm ready for love
Let the stormy clouds chase
Everyone from the place
Come on with the rain
I've a smile on my face
I walk down the lane
With a happy refrain
Singin', just singin' in the rain
dancing in the rain
ohh ia ohh ia ia
I'am happy again
I'am singing and dancing'in the rain

dancing and singin'in the rain

Theon llevaba varias horas escuchando la misma canción. No encontraba otra más apropiada.

La lluvia no había dado tregua desde hacía una semana. Aquello no era normal. Desde la inauguración del Resort, nunca antes se habían registrado aquellas precipitaciones, y mucho menos en Isla Chechino, que a causa de su singular orografía, registraba no más de 20 días al año de lluvia.

Debido a las intensas lluvias y al estado de alerta decretado por las autoridades de Asshai, el Resort había cerrado sus puertas al público. El servicio de ferry también estaba cancelado, por lo que todos los empleados permanecían en las instalaciones del Resort, sin posibilidad de salir de la Isla.

Los ánimos estaban por los suelos y aquello no era sino una tensa espera. Los últimos acontecimientos habían terminado por minar las esperanzas de los empleados y este tiempo no ayudaba mucho para mejorarlos.

Todos permanecían en el salón principal. Entendían que lo mejor era permanecer juntos, por si acaso. Solo se separaban por la noche, para dormir, cuando todos y cada uno se retiraba a sus habitaciones. Sin embargo, nadie confiaba en nadie, y sus razones tenían.

Aditu fue la primera en darse cuenta: —Mirad, el mar, ¡no es posible!

Todos se acercaron a los enormes ventanales y confirmaron lo que Aditu había visto. El mar retrocedía. La marea había bajado varios cientos de metros y aquello no era buena señal.

—Ojala estuviera aquí Nod, él sabría interpretar esto —se lamentó Lauerys.

—Te recuerdo que Nod era un peligroso asesino —replicó Oberyn.

—Y no hace falta ser nativo para saber lo que esto significa —apuntilló Asha.

—Me he perdido, ¿qué ocurre? —preguntó Antares.

Lady Val se levantó del sillón. —Ocurre que si no nos piramos de aquí echando leches, moriremos todos ahogados.

—¿Ahogados? ¿Por una inundación? Pero si apenas llueve. Además, siempre podemos subir a las plantas altas —respondió Oberyn, relajado en el sofá.

—Se acerca un tsunami Obe. Y si mis cálculos no fallan, creo que ni subiendo al ático nos libraremos. Nadie nos asegura que la construcción aguante. Debemos marcharnos. Y rápido —dijo preocupada Sansalayne.


Todos se pusieron en marcha.

Lady Val era la que mejor conocía la isla y su recomendación era subir al mirador de Isla Chechino, que coronaba la colina más alta de la isla. Allí estarían a salvo y podrían acampar hasta que la gran ola pasara.

No sabían cuantos días tendrían que estar fuera, así que encargaron al Cheff Nevsky que aprovisionara todo lo necesario.

El Resort contaba con tres todoterreno, que eran utilizados para las excursiones que guiaba Lady Val. Los vehículos se encontraban al límite de su capacidad. Habían cargado los mismos con lo imprescindible, pero solo la comida, los enseres y las tiendas de campaña ocupaban un vehículo y parte de otro. Por más que echaran cuentas, solo había espacio para diez personas. Y eran 11.

Entonces empezaron las discusiones sobre quién debía quedarse en el Resort.

Podrían haberlo echado a suertes, pero finalmente, todos decidieron por unanimidad que dos personas se deberían disputar la última plaza: o nica o Sansalayne.

—Deberíamos matarte aquí mismo —acusaba nica señalando a Sansalayne—. Eres mala, eres una asesina, yo misma te he visto bailando desnuda, alrededor de una hoguera, invocando a Satán. ¡¡Confiesa de una vez Sansa!!

La mayoría se inclinaba por creer a nica e insistían a Sansa para que confesara sus crímenes.

Y la presión pudo con ella.

Con lágrimas, impotente ante tanto dedo acusador, Sansa por fin admitió: —Está bien, he matado… las cosas que he tenido que hacer por amor… sois implacables, pero lo que no admito es que acuséis también a Don Cucarachino, él no tuvo nada que ver con las muertes y no tuvisteis compasión de él, ¡¡¡fuisteis unos malvados!!!

nica se disponía a montarse en el coche, pero fue Antares quien la detuvo.

—Esperad un momento, ¿quién os dice que el tsunami acabará con ella? ¿Y si sobrevive? Necesitamos una confesión por escrito. Si sobrevivimos al desastre, la policía de buena cuenta de ella a nuestro regreso.

—Muy bien, pero rapidito —apuntó Lauerys.

nica, tú eres quien la has acusado, a ti te corresponde convencerla para que firme la confesión.

nica entró nuevamente en el Resort junto con una resignada Sansalayne. Cogió papel y una pluma, redactó la confesión y le mostró el papel a Sansa, ofreciéndole la pluma para que la firmara.

—No, no firmaré nada con mi nombre.

— Si da lo mismo, que lo firmes o no lo firmes, has confesado.

— No, no es lo mismo. Lo que dicen otros y lo que yo firmo no es lo mismo.

— ¿Por qué? ¿Acaso cuando venga el juez a levantar los cadáveres negarás que has confesado?

— No voy a negar nada.

— Entonces, ¿por qué, asesina endemoniada?

— ¡Porque es mi nombre! ¡Porque no puedo tener otro nombre en mi vida! ¡Porque miento y firmo mentiras con mi nombre! ¡Porque no valgo la tierra en los pies de quienes cuelgan ahorcados! ¿Cómo puedo vivir sin mi nombre? ¡Os he dado mi alma, no me quitéis mi nombre!

http://www.youtube.com/watch?v=Kb—dhzSPFiU

Todos esperaban impacientes a nica, que salió con el semblante serio.

—No me ha firmado la confesión —les dijo a todos.

—Entonces ¿qué..? —insistió Antares.

—Tengo una idea. Si no muere, por lo menos no escapará.

nica se dirigió al jardín posterior, donde se encontraban las perreras. Kvothe tenía una esplendida rehala de perros, que lo acompañaban cuando salía de caza por la Isla. Una docena de caniches y chihuahuas componían la temible jauría. Los animales llevaban varios días sin comer. Estaban perfectamente adiestrados y si a Sansa se le ocurriera escapar, los perros darían buena cuenta de ella.

nica se acercó una última vez a la puerta, donde Sansa los miraba con tristeza.

—Os he traicionado, lo siento. nica se despidió de Sansa, se montó en el todoterreno y se marcharon.


Después de varias horas conduciendo por aquel terreno agreste, por fin llegaron al mirador. Estaba anocheciendo, y aunque el cielo les había dado una tregua con la lluvia, hacía mucho frío.

El mirador estaba flanqueado por una enorme estatua, una réplica del David de Miguel Ángel, que estaba completamente helada. Aquella explanada era bastante plana, ideal para acampar.

—Vamos, rápido, sacad todo, que nos vamos a congelar —ordenó Lady Val.

En poco más de una hora, el campamento estaba montado.

El Cheff Nevski había pedido una tienda para la cocina y hasta le dio tiempo a preparar una estupenda cena…

Todos le esperaban sentados alrededor de una improvisada hoguera.

—Aquí está la cena, una magnífica sopa, calentita, para entrar en calor —anunció orgulloso Nevski.

—¿De qué es la sopa? —preguntó Theon.

—De cebolla —respondió el Cheff.

—¿De qué? —volvió a preguntar Oberyn.

—De cebolla —volvió a responder, lo que provocó el descojone de todos.

—¿De qué os reís? ¿No os gusta?

—No, no, dijo Nalibia, llorando de la risa, es que todos echamos de menos a Shagga y sus rimas.


Cuando acabaron con la sopa, la mayoría se fueron a sus tiendas a descansar, salvo dos personas, que preparaban una cafetera en unas pocas brasas que se consumían lentamente.

Cuando la cafetera empezó a pitar, cogió una servilleta, para no quemarse y le sirvió una taza de café.

—Ten cuidado, no te quemes.

Pero no le hizo caso. Al contacto de sus labios con el café hirviendo, se levantó rápidamente, gritando:

—¡¡¡Cojones, que me quemo…!!! —e instintivamente sacó la lengua para refrescarla.

Pero no contenta con eso, tuvo una idea aún peor. El dolor por la quemadura era insoportable, por lo que apoyó su lengua en algo que tenía al lado, que no era otra cosa que la estatua de David.

La situación era cómica, tanto, que su acompañante no podía parar de reír.

Con la lengua apoyada justo en el cachete del David y agarrando con la mano el minúsculo miembro de la estatua, intentaba hacer palanca para despegar la lengua.

http://www.youtube.com/watch?v=vFGL7C_zDiA

—¡A..du…da…me..co..jo.nes! —le suplicó a su acompañante.

Pero este, en vez de ayudarle, se levantó con semblante serio, se acercó a ella con la servilleta en la mano y le susurró:

—Ahora, a dormir con los peces.

http://www.youtube.com/watch?v=V7RMKq8RQj4


El silencio reinaba en el mirador. Era ya noche cerrada y todos dormían.

Una figura salió de su tienda y se dirigió hacia la improvisada cocina. Encontró lo que buscaba. Con algo de dificultad, cargó con el armatoste y se dirigió hacia otra de las tiendas. Si no había calculado mal, la tienda que buscaba era la novena, empezando por el final.

Mientras caminaba sigilosamente, una mano salió desde una de las tiendas, lo agarró y empujó hacia dentro.

—¿A quién buscabas? —le dijo.

—A ti no, desde luego —respondió.

—No sé qué ibas a hacer ni a quién buscabas, pero lo que tengas que hacer, hazlo aquí y ahora.

—No es lo que piensas, querida, pero ya que insistes. —Cayó en la cuenta que el armatoste se le había caído fuera, pero rebuscó en sus bolsillos y sacó su pistola—. Mejor así, sufrirás menos.

Su víctima cerró los ojos y le dijo: —apunta bien, te lo suplico.


El sonido del disparo sorprendió a todos los demás, que salieron alarmados de sus tiendas.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Lauerys.

—Ha sido un disparo —respondió Theon.

—No es posible —dijo Lady Val.

—Venía de esa tienda, estoy seguro —apuntó Oberyn.

—Esa es la tienda de… —comentaba una asustada Asha.

—No, no puede ser —lloraba Aditu mientras se aproximaba a la tienda.

—Mirad, ¿qué es eso? —dijo Antares, señalando un objeto metálico en la entrada de la tienda.

—Es mi cortafiambres —respondió el Cheff Nevski mientras abría la cortinilla de la tienda.

nica yacía en su saco de dormir. En su frente un orificio de bala.

—Mierda, otra más, ¿cómo es posible que nos volviéramos a equivocar? —gritaba Antares.

—Hemos condenado a Sansa, una inocente, mientras nos traíamos con nosotros al asesino, ¿cómo hemos podido ser tan tontos…?

—No tan rápido, espera —Lady Val señalaba a cada uno, como haciendo un recuento—. Falta alguien, no estamos todos, éramos diez y contando a la pobre nica somos nueve.

—¡Nalibia, falta Nalibia! —comenzó a gritar Lauerys—. Maldita sea, ¡ella es la asesina!

—No creo que Nalibia sea la asesina —dijo Aditu desde fuera de la tienda.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —le preguntó Antares.

—Comprobadlo vosotros mismos —Aditu señalaba hacia la estatua de David.

Nalibia[[/span] estaba totalmente congelada, con la lengua todavía en el cachete y un pañuelo alrededor de su cuello.


Sansalayne estaba desesperada.

No comprendía cómo, después de tantos años, sus compañeros, a quién tanto había querido, la hubieran acusado de aquellos crímenes.

—Tengo que salir de aquí —pensó. Y se dirigió hacia la entrada, donde le aguardaban la jauría de caniches, que empezaron a dar saltos y a ladrar, cuando la vieron aparecer.

—Están moviendo el rabo, buena señal —pensó Sansa. Y abrió la puerta.

En ese momento, los perrillos se arremolinaron alrededor de Sansa, que empezó a acariciarlos.

—Perritos bonitos…perritos bonitos…..

Los perros estaban impacientes, porque esperaban que la Directora les diera algo de comer, pero la pobre, con varios Masters de Gestión Hotelera a sus espaldas, esta vez, no había previsto el peligro, ni había tenido la precaución que demandaba el momento.

Lo que antes eran pequeños perritos moviendo alocadamente sus colitas, se tornó poco a poco en fieros animales, gruñendo y enseñando sus colmillos.

Sansa empezó a sentir miedo. Empezó a retroceder poco a poco, hasta que el primer caniche se abalanzó sobre ella, de un salto, directo al cuello. Sansa lo esquivó, aunque el perro le arrancó su precioso pañuelo de Hermes.

—¡Maldito chucho! —Pero antes de que pudiera darse cuenta, uno de los chihuahuas le mordió el brazo, a lo que Sansa respondió habilidosamente, quitándoselo de encima de un bolsazo.

—Gracias Chanel, ya he amortizado lo que vales —sonrió.

Había llegado el momento de huir. Aquellos perros estaban hambrientos y de nada serviría intentar negociar con ellos. De tal forma que Sansalayne se quitó sus tacones de Manolo Blanik y huyó despavorida

La temible jauría de perros salió tras ella en su persecución.

La forma física de la Directora era bastante buena, pero en ese momento echaba de menos alguno de sus deportivos. La distancia era cada vez menor….

Sansalayne había elegido el campo de golf como vía de escape. Seguro que allí encontraría algún árbol en el que poder subirse y escapar así de sus perseguidores.

El campo tenía dieciocho hoyos y Sansalayne había conseguido mantener a sus perseguidores a raya durante dieciséis de ellos. A lo lejos divisó un árbol.

—Esa es mi salvación —pensó.

Pero justo cuando atravesaba el green, tropezó con la bandera. Justo la bandera del hoyo 17. Sansa se había roto un tobillo y se arrastraba con dificultad, pero al escuchar los ladridos, comprendió que aquella bandera, sería la causante de su final.

Los animales disfrutaron de su festín, primero a grandes bocados, después con pequeños mordisquitos, como homenaje al delicado almuerzo que estaban degustando.

[[span style="color:red"]]Sansalayne, desgraciadamente, ya era historia.

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