Epílogo

The end

Habían transcurrido muchos años, pero como cada 8 de Noviembre, Antares acudía fiel a su cita.

El acceso a la Isla estaba totalmente restringido, pero el dinero lo conseguía todo y Antares lo tenía.

Habían bastado unos pocos euros para sobornar a las autoridades, y otros muchos para convencer al capitán del barco que lo transportara hasta la Isla maldita.

En años anteriores, el resto de supervivientes lo habían acompañado, pero habían pasado muchos años y el tiempo lo olvida todo.

Lauerys, Oberyn, Nevsky, Asha y Aditu intentarían olvidar lo sucedido, pero siempre recordarían a Kvothe.

Junto a Antares, fueron los beneficiarios de un tercio de la herencia de su inmensa fortuna.

Nadie podía imaginar que los beneficios del spoon alcanzarían para tan magna fortuna. Sus vidas, y las de sus generaciones venideras, no tendrían que preocuparse por el dinero, sobre todo su hijo, el por fin reconocido Antares, que fue beneficiario de los otros dos tercios de la herencia.

Días después de alcanzar la cima del mirador, y encontrarse con los afortunados supervivientes, Kvothe murió de manera repentina.

En su habitación encontraron varias botellas vacías de Pacharán, rescatadas de las inundaciones y un manuscrito firmado por el.

Antes de morir, redactó de manera concienzuda su testamento.

En el se imponían una serie de condiciones, que se cumplieron con exactitud.

Tardaron varios meses en encontrar los cuerpos de los fallecidos, pero por fin le dieron sepultura en un mausoleo, construido a tal efecto en la cima del mirador de Isla Chechino.

Allí podrían descansar en paz y poner fin a aquella trágica, pero aventura al fin y al cabo que fue Isla Chechino.

Antares se arrodilló y depósito unas flores en la tumba de Kvothe.

Se secó las lágrimas y se marchó.

Al darse media vuelta, como siempre, empezó a escuchar los susurros de los empleados. Seguramente era el viento, pero a Antares le gustaba imaginar que eran los espíritus de sus compañeros, que le daban las gracias por su visita, un año más.

Espero unos instantes más, faltaba algo.

No tuvo que esperar mucho. La melodía de piano empezó a sonar. Eso no era producto del viento, estaba seguro.

Antares se dio media vuelta, sonrió con pose maléfica y guiñó un ojo.

Lo conseguimos, sonrisa triste, lo conseguimos…

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License